Rebecca Fleet
Cuando Caroline y Francis reciben una oferta para intercambiar su casa
no lo dudan. Se están esforzando en recomponer su matrimonio
y una semana a solas puede ser justo lo que necesitan.
Al abrir la puerta se encuentran con un lugar algo siniestro y casi
vacío. Resulta difícil imaginar quién podría vivir allí. Sin embargo,
gradualmente, Caroline comienza a descubrir algunos rastros de vida,
de su propia vida. Las flores del baño o la elección de los CD de música podrían parecer
inocentes a los ojos de su marido pero para ella son justo lo contrario:
son pistas. Es como si la persona con la que han intercambiado vivienda
fuera alguien a quien ella conoce, alguien a quien quiere olvidar.
Pero esa persona ahora está en su casa.
A pesar de lo que puede parecer por la sinopsis, la novela no es exactamente un thriller. La trama va entretejiendo y alternando el presente de las vacaciones de la pareja y el pasado de su etapa de crisis. La premisa de la que parte es intrigante, pero a medida que transcurre la novela vira más hacia el drama. Y curiosamente es también a partir de ese momento cuando la novela gana en intensidad y dinamismo, siendo la primera mitad bastante plana. Una vez que entra en materia se convierte en una lectura más ligera y amena, guardando un par de giros sorprendentes, si bien algún otro puede resultar algo predecible.
En definitiva se trata de una novela sin pretensiones que cumple con su función de entretener, una distracción con suspense progresivo para desconectar entre lecturas más densas.
Puntuación: 3/5
